Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

La huella de tu estancia en mi vida

es un grano de sal en un cubo de agua;

un ridículo intento de impacto oceánico

deshecho en las mareas de mi memoria.

No recuerdo nada del camino recorrido,

solo macetas cayéndose de los balcones

tras nuestros pasos de buchitos pequeños.

Los nervios de ludópata cuando tocaba negro;

la indiferencia de perdedor en el todo al rojo.

No soy un buen enemigo:

y lo confieso como reconozco a los pulgones

con casita en la tumba de nuestras hachas.

Los bichos que bailan las raves más jartas

que nos perdemos durmiendo.

Me van a echar del bloque

por mantener el flexo caliente

por arrejuntarme con los perros sin bozal

por la intensidad, corriente, sus calambres

por no saber respirar e inspirar ronquidos.

Por no haberlo dicho antes:

el halo de tu presencia en mi existir

es un sacapuntas con la hoja mellada;

una triste intención de saboteo caligráfico

corregido en el blanco de mis Words.

No he dejado de escribir a mano.

He llegado hasta el final sin quedarme frito.

He vuelto donde se entierra mi raíz,

a sal en la boca y arena en el culo de la litro.

He vuelto a la risa tonta y amnesia

a las farolas de los bancos y el frío de los parques

donde sigo estando yo

donde solo quedo yo

con los que nunca dejaron de hacer

palacios en castillos de arena.

Si alguna vez perdí la cuenta

de la deuda que tengo en palabras;

si alguna vez olvidé a sumar

de cabeza los pies del gato;

entono un mea culpa placentero:

nunca quise ser el buen enemigo

de rencores fetichistas

y lastres del pasado

que tanto suponíamos.