Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Terapiasss

A veces,

creo que llevo absorto 20 años de vida.

Llevo meses sin estar en cuerpo presente

alimentando un tenia mental obesa.

A veces me fumo el tiempo

haciéndola aún más oronda,

olvidando cómo se hace la ansiada cuestión.

La pregunta enquistada que no logro formular.

Todos me la hacen.

Todos me dicen que tengo que responder.

Que debo tener las cosas claras.

Un objetivo tangible.

Y yo aún no sé cuál es esa pregunta.

Todo el mundo me la hace.

Todo el mundo me intenta ayudar así.

No escucho nada.

Es como si se muteara su voz al hacerla.

Mi compadres me dicen:

“Respóndeme”

No puedo.

Porque por mucho que me interpele

yo sigo pensando en esa pregunta que aún no se hacerme.

Me cuesta un mundo alzar la voz.

Me devora la creciente tratamudez de la desconfianza.

Se alimenta el gusano de mi cabeza

de la pregunta sin pregunta,

de la respuesta sin respuesta.

A veces,

estoy a cuatro rayas de encontrarla

a punto de conseguir

el equilibrio suficiente en mi voz para entonarla

pero me vibra el puto móvil

y noto como se desintegra

en las papilas de mi lengua

“sé que me has leído, por favor, contesta”

se desparrama todo por la pantalla

y vuelvo a perder el camino recto

que descifra la maldita pregunta.

Creí encontrarla entre bastidores de los periódicos.

Me enseñaron a pedir perdones y disculpas

en cantidades industriales

y conseguir los objetivos

a base de pisar cuello.

He pedido tanto perdón y tanta disculpa

que me saben a cenizas esas palabras.

Excusas por errar.

Excusas por existir.

Excusas por estar aprendiendo.

Excusas por no hacerlo más rápido.

Excusas por levantarme de la puta silla.

Excusas por no pisar el cuello de la gente.

Excusas por quedarme sin dinero para el bus.

Excusas por pulirme en las 2 primeras semanas

el suelduco de 400 mierdas en petardos y cerveza

comida, lejía, papel pal culo, champú y chorradas

Excusas por no contestar bien a todo lo que me preguntan.

Excusas por no formular la cuestión que me muele por dentro.

A veces,

me quedo tan tieso en el sofá

que me mimetizo con el gato

y le planteo un contacto visual fuerte;

aguanto su estoica mirada

Siendo valiente en esa lucha abstracta

hasta que encuentro en las manchas de sus iris

un mapa de respuesta a la pregunta

que aún no logro formularme.

Se ilumina el iPhone

“empecemos de cero”

-Eso quisiera yo-

El gato se asusta y salta del sofá dejándome solo

intentando recoger otra vez

las piezas del puzzle descompuesto en el suelo

con el cuello apocado

los hombros de llenos de dudas

y los temblores en mis manos

que impiden a mis pulgares

escribir la respuesta que tanto anhelamos mi psicóloga y yo:

“empecemos por el principio”.

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