Como si quisieran salirse
todas las voces del cuerpo.
Como si quisieran abandonarnos
los últimos dioses útiles,
mientras nos zambullimos
en formol y fotografías.
Estamos en el revés de todos los abismos.
Es como un puñal
que si entra en caliente
sale completamente frío,
llorando sudores de hielo.
Como si el despertar
no fuese para todos un chupito de ansiedad
con tropezones de torpeza,
y las cuerdas vocales
no se atrancasen ipso facto.
Aún se añora distancia y deseo de mar,
como una barca ciega
que lleva siglos en un mismo varadero
en los lodos hechos playa calidad Q.
Poco cantar de gesta ni obituario
que acompañe tanta orilla gris,
como si todo dependiese
de lo que digan los hombres
sin ser más agua que beben las salemas.
Hemos salido borrón absurdo
de todas las radiografías;
aún queriendo huir por la trastienda
se han visto los errores muy de cerca
despeñarse por la colina;
como si todo hubiera sido
una carrera despavorida,
un corral entero de gallinas
orgullosas de poder planear.
Mirar para adelante es tan incierto
como arrancarse los ojos y hacer malabares,
rezar para que mañana no llueva
y resbalen las losetas de la ducha.
El pladur es tan inútil
como la ética para el dinero,
le metáfora más injustamente bonita
como querer fumarse la vida a calentones
sin el tóxico dolor que conlleva.