Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Vómito, ergo sum

Cómete la profundidad de mis ojos

y cuando la vomites

intenta recordar el regusto que te deja;

porque no vas a encontrar nada tan dulce

en todas las miradas que te tragues,

por mucho que las sirvas

en vaso de sidra con dos hielos y limón.

No creas que estoy siendo injusto contigo;

estoy repasando las deudas que me debo

y me está encantando cobrarlas.

Esperarlas se convirtió en un abismo

y en el fondo se escondieron

los únicos libros de autoayuda

que no merecen las ascuas.

Tengo millones de búnkeres en las conchas

de las playas que han quemado mis pies.

Fortifiqué Despeñaperros como la Línea Maginot

para no tener que afrontar tus realidades parasitarias.

Las flores de algodón de mi pecho

crecieron como símbolo de lesa humanidad,

porque recibieron tal trato indigno

que ya solo sirven para drenar

la sangre que colorea la pus.

Ahora están en revuelta porque

no quieren servir para empapar

el rastro de hiel que te deja la raba.

Cuando eches los bofes volveré a reconocerte.

Mientras te cargas el diafragma,

te prometo que me sentiré persona.

Y te puedo perjurar que descifraré

el mapa genético que me han arrojado.

Me sentiré humano cuando me pesen

los huesos del alma.

Te he dejado preparado el bicarbonato,

un vaso de plástico lleno de saliva

y una cuchara de cáscara

para esa acidez tan grotesca

que te subirá por el esófago

y hará miguitas las palabras de tus labios.

Ya te encogerás de hombros

cuando me veas de frente

y los esputos de la noche

se te queden atrancados.

Mientras intentas expulsarlos

seguiré con mi camino a la cama,

porque mis días no tienen final

y desde hace tiempo Vladimir

me reclama con saña y ahínco.

Te prometo que no es nada personal

y que hablo por experiencia:

darle la vuelta al estómago,

a veces, tiene mucho más de humano

que las palabras que libraste

de la correa y del bozal.

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