Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Qué bien me lo pasé el viernes

Otra vez esas luces de colores

me quitan el peso de la soledad

que me trago a cucharadas

de lunes a jueves.

Otra vez la manta del recuerdo

cuando aprieta el frío

de la resaca emocional.

Se ha corrido tantas veces la tinta del boli

que sale agüita de la punta

y no entiendo una mierda

de lo que iba a decirme.

Otra vez que le pongo color con las luces.

Otra vez que lo doy sentido al neón,

a los pasos deshechos del camino de vuelta.

Dice mi viejo que tengo que aprender a decir que no.

Por mucho que las bombillas estén ardiendo

y nos dejen los gestos rojos y lilas,

tengo los huevos negros

para andar por ahí zumbando.

Yo le digo que todo el mundo

tiene un libro con su nombre;

pero pocos poseen un búnker

entre los haces de luces.

Tampoco monstruos domados bajo la cama.

Nunca me subo para bajarme.

Me subo porque quiero cerrar los ojos,

ver círculos y triángulos,

romper el tú de adamantium

que he construido

y el yo de papel escrito

por un pilot que se corre agua.

Aunque le haya puesto pocos límites

a mi lengua de cristal romo

siempre me queda el refugio

de las dichosas luces de colores

y el sí invariable porque no siempre es no.

Qué bien que me lo pasé el viernes

y qué pena me dio la madrugada

que no pudo ser de piedra,

ni perro callejero.

Qué bien que me lo pasé el viernes

y qué pena me di el sábado

diciendo a todo que no

y sin luces de colores

en las que esconderme.

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