No quiero saber cómo se corta la voz
Cuando me estoy azotando
Porque tengo miedo de quedarme mudo
Cuando sea el momento perfecto
Pa sacar la basura a relucir.
Sé que me toca decirlo todo
Pero tengo los verbos
atravesados en la garganta.
Lo que tenía que gritar
Escrito en una servilleta aceitosa.
Y te confieso,
El silencio es excusa improvisada;
Un archivo de Whatsapps
Escondido en un memoria
infectada de alzheimer.
Hice todo mi esfuerzo por entender
Los insultos sibilinos de tu lengua muerta
La comida basura que le has dado
A mis nervios obesos.
Yo hablo el idioma de los perdedores
Por eso tengo las heridas
Curadas a lametazos.
Me da lache mirar la cuenta
con mi nombre del banco.
Me bebo el Betadine porque no sé usarlo
Y lo que me has explicado de lo amargo del adiós
me suena a tos de ducados negros.
No quiero saber como callar la voz que me flagela
Y que deja gélida mi cama
La que me obliga al impulso
De ser imprudente por el teléfono
Te lo dije:
no me fío de quien no pierde nunca el control
De quien odia a las palomas
y de quién sabe cómo andar por las escaleras del metro.
Ha sido fácil negarme
Esconderme las palabras
Y decirme que estoy feo con el pelo largo
Cebar con más alfileres mis nervios de espinas.
No espero caricias y no voy a aprender lengua de signos
Siempre estoy nervioso
porque me he comido todo lo que me has dicho
y ya es muy tarde para ponerme a dieta.
Esto ya es una premisa:
ni juramentos ni promesas.
No me comerá la necrosis que sube del asfalto
porque sé que los ceniceros no siempre coleccionan
chustas con carmín.
Todo lo demás,
es comida guarra pa los nervios.