Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Verano de biznagas

La pena

la he roto con los colores más vivos

que soy capaz de vestir.

Con la sensación de avanzar por seguridad,

por salvar mi cuerpo

y dejar de soliviantar

a las bestias que encierra mi yo,

por huir de los tufos

que exhalan los pozos donde escondo

los dolores parásitos de mis ahoras.

Tu recuerdo

se ha filtrado por el entonces

más condicional que me puedo imaginar.

Por las ganas que tengo de soltar lastre,

por poder dormir como los críos

cuando buscan refugio

en la cama de una madre.

Y porque esta ciudad

me siga siendo eterna.

Y porque sus tardes de invierno

huelan a mi verano de biznagas.

La contienda

no terminará nunca.

Siempre será mucho más larga

de lo que pueda proyectar.

Lo triste

siempre vuelve con el disfraz de silencio.

Y nosotros, corazón,

seguiremos estando descalzos

en la orilla seca de los ojos hartos

del morado y del sufrir,

con los vaqueros remangados

por si nos pilla la vida de resaca.

Si en algún momento

me quedo sin palabras

y retoma el control

mi voz más sucia

y mi actitud de niño podrido,

acuérdate de mí

por los paseos de naranjos en mi pueblo.

Acuérdate

de las sobremesas de tabaco

y sonrisas indiscretas.

Y acuérdate

de las barcas huérfanas del varadero

con las que quisimos navegar

los versos más feroces

de nuestro mar de dudas.

Será la única forma de separar

la realidad de nuestro deseo.

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