Hay cosas que se deben saber:
Madrí comparte el rímel de sus ojos.
Algunos lo usamos para hablarnos
con el silencio de nuestras miradas.
Algunos lo usan para maquillar de Instagram
los límites de sus deseos.
En Madrí saben ácidos los besos
y las zapas huelen a bailes
y a caminares de regreso destartalado.
Esas cosas deben estar en los carteles de entrada:
Bienvenido a Madrí,
donde los autobuses cosen
cemento con jirones de humanos.
Hay cosas que deben ser sabidas:
Por cada viajero, un Atocha.
Por cada persona, una bola de pienso
para el gusano bajo el suelo.
Madrí usa gasolina como café,
la M30 es una procesión de penitentes,
los perros sin correa aprendieron
desde cachorro a esquivar coches
y a comer sin que les pille el segundero.
Hay cosas que no se pueden olvidar:
memento mori es una fiesta
porque nos hemos creído nuestras mentiras
y no las de cualquiera.
Solo habla mal de Madrí
quien camina de puntillas;
quien teme pisar charcos de barro y asfalto
quien teme caerse más allá de Despeñaperros.
Ruido.
Aprende a gestionar el ruido.
A disolver tanta porquería con aguarrás.
A disfrutar de las duchitas de agua fría
para la conciencia.
Hay cosas de mí que debes saber:
Me llevo partes de Madrí
cuando desembarco en mi costa.
Su látigo; sus luces y espejos,
el rímel que limpia mi mirada;
me llevo su agua en bolsillos de vaqueros lavaitos,
mechones del Retiro colgando entre las cejas,
el tiempo de desplazamiento y las caídas tontas.
Ojalá aceras negras de chocolate.
Te lo prometo: ojalá las mismas aceras
en cada ciudad que piso.
Las mismas calles con el mismo hambre
de la goma de mis suelas.
Las que negaba por costumbre
y ahora son parte mía.