Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Los tres cerditos

Lo más complicado no es ni será

tomar pulso de la realidad que me toca.

Recuperar mi Rincón infectado;

Lavapiés, las canciones, el amor de Galaxia.

Las ganas de volver al Algarbe.

Visitar las entrañas de América.

Volver a las montañas de Berna.

Lo más complicado no es ni será

dejar de sentir que valgo 30 denarios.

Hacer costumbre con la máquina de oxígeno

que ayuda a mi padre a vivir un día más.

Reconstruir la diáspora de mis yos.

Quitarme las ojeras, volver a entrenar.

Algunos días soy el cerdito de la casa de paja:

débil, indefenso y vulnerable

-se puede estar así-.

Sopla el lobo y me quedo a la intemperie.

Se me ven heridas

y se asoman los huesos entre la carne.

Me deja al aire el sofá podrido

y los cimientos de papel

donde tengo bien descritos los dolores

que me soportan y me van a levantar

más fuerte, más limpio

con las luces de mis ojos brillando

como el sol de julio del Rincón.

A veces soy el cerdito de la casa de palitos

y no me quedo tanto a la intemperie

cuando sopla el lobo.

Se queda inmóvil el mar que me protege.

Se quedan conmigo las terrazas.

Los abrazos sanos y sinceros.

La poesía de mis penúltimos.

Los cigarros de paquete recién abierto.

Los tatuajes que luzco

por dentro y por fuera.

Lo más complicado es y será construirme

con la mejor cementada posible

la fuerte casita de ladrillos.

Ponerme los pilares que aguanten

las embestidas del lobo.

Hacerme el hogar donde quepamos

todos los yos que me acompañan

y que puedan firmar sin condiciones

el tratado de paz que me merezco.

Lo más complicado es sobrevivir el holocausto,

 la matanza descarnada a mi autoestima rota,

y comprender

que no todas las palabras hermosas

son honestas

ni todas las grandes sonrisas

son puras.

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