Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Pinky promise

Quizá hubiese podido ser todo más claro

y no nos hubiese pillado esta realidad

de patillas largas y pulseras rojigualdas

con todo empapado de tristeza.

Ahora que queda poco de ti

-y quizá mucho menos de mí-

han aparecido monstruos

en las puertas de la ciudadela.

Almas machacaditas

y bostezos de cansancio.

Deberíamos habernos cuidado las lágrimas.

Los sudores fríos que se bebe la cama.

Los abonos en tiestos de azotea.

Queda muy bonito hablar de flores

aunque estén todas achicharraítas.

Quizá quede muy bien alardear de apatía,

de no querer seguir peleando,

de ceder ante el coco que come sueños de niño,

de pasar bola al otro campo,

y hacernos casita en el horror.

Cuando lleguen los lamentos

no tendremos lengua para tanta herida

y menos sangre para tanta España.

Limones, cielo.

Hablo de reivindicar limones.

Aprender a esquivar golpes

antes de soltar los brazos.

Necesitamos palabras mágicas que abran puertas.

Nos las inventaremos por los dolores;

por las piedras del tropiezo y la melancolía;

por el poco tiempo que nos queda para vestirnos,

por el mono de arar realidad;

por el sudor y la canela.

Por el anhelo de olor a paz.

Es factible pagar el secuestro de la historia

aunque sea con el tiempo que le robamos.

Me lo he prometido de meñique.

Se puede resistir la desesperación en el tono,

su política de tierra quemada,

sus fusiles de papel.

Y no se negocia con deseos

de dejar mundo de terciopelo

y almohadas suaves de satén.

Por mucho que nos digan inocentes,

mendigos, cómodos, generación blanda:

lo infantil no se puto negocia.

Limones, cielo.

Hablo de seguir exprimiendo limones.

De mantenerse de pie en el ring

aun con la lluvia de golpes.

De aguantar la mirada fija

en el punto exacto de lo perdido.

Ya se asustará el coco

de cuan fuerte nos han crecido los sueños

ahora que somos mayores.

Me lo he prometido de meñique

y esas promesas no se rompen.

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