No me preguntes tanto que
no tienes nada de existir
y todo eso del cosmos, sagitario,
escorpiones y balanzas
no me afecta. Mi Luna es una bola
de papel albal en el patio de recreo:
protectora de bocadillos,
pelota de los pobres.
Cada cual que baile con sus carencias
como buenamente pueda.
Que arregle sus juguetes rotos
y déjate de tanto por qué
porque tus intenciones
rezuman mucho veneno.
Lo mío es cosa de las mareas y sus crecidas:
(he brotado de la orilla)
se me consumen los pitis de dos tiros
cuando me toca nadar a contracorriente.
Y si me toca, me ha tocado.
Sea mi hogar de paja o de cemento
no me van a preguntar los planetas
cuando me apetece comer mierda.
Pues si toca, me ha tocado.
Así que no me preguntes tanto
que me pitorreo yo
de tus predicciones de horóscopo,
de tus interrogatorios de claveles
y de las respuestas escondidas
en los saberes universales
de mi ascendente de fuego.
(Já)
Putas constelaciones:
no me vais a decir quién soy.
Cómo narices saber
cuándo es decisión correcta.
Llenar de ladrillos firmes
el vacío que me acompaña
y si está bien no saber
que es papel de plata
la pelota de mis recreos.
El cosmos lo tengo migado
en la palma de la mano.
Entre los dedos papel y filtro.
En barbecho el campo
donde crecerá mi persona.
Te aconsejo silencio:
no me preguntes nada,
no me digas qué debo pensar
qué florete es el moralmente
perfecto para enfrentarse a la vida.
Porque eso de saber existir
lo llevas igual de mal que yo.