Parresía

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Parresía

de Wifly Rodríguez

Amor industrial

Tengo clarinete la cantidad perfecta

de empatía para evitar excesos

y acabar Urquijo en un portal

con la mama llorando la sobredosis

de pensamiento intrusivo.

Aunque a veces se me olviden

cantidades, escalas y medidas;

sé que los cuerpos tienen límite:

me la pela Spinoza.

No son amor los corazones del insta,

no se golpea sobre moratones,

eso es de cajón.

No se puede salvar nadie si se está rotito.

Por eso las cebollas no lloran.

Lo hacen los otros.

Salen de fábricas toneladas

de besos y miradas industriales.

Packs indivisibles de caricias

y sesiones de psicoterapia.

Yo viajo en cunda a por amor de calle,

de trapicheo, a por agujas infectadas

de quereres enfermizos

y dolor por abstinencia.

A veces se me olvida el buenos días dulzón,

los detallitos y las cenas con vinito.

Comprar el amor tinderiano

ensamblado en cadena fordista.

Me lo recuerda casi todas las noches

ese super yo erigido como juez,

un super nazi con la sentencia decidida

antes de celebrar el juicio.

Por mucho que le enfrente

rollo Clemente en rueda de prensa,

con las palabras afiladas con piedra

de “tengo la razón”,

ya me ha condenado a vivir

en un efecto 2000 permanente, ficticio

y me flagela con la empatía

que le doy a todos, menos a mí.

Por eso no me olvido

que las cebollas también lloran.

Por eso me levanto de la cama

Y por eso no consumo

el amor industrial posmoderno

de dosis medidas.

Mi cuerpo lo aguanta todo…

aún me queda Spinoza.

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