Que en jornadas entresemana
siempre la gana el juez jesuita
al gremli mojado de los fines
es letra pequeña del contrato
de aliñar con calle las ideas de biblioteca
de los Lacan, Foucoult
y todos esos listillos que aparecen
en las conversaciones de pitillo rápido
en las frías puertas de los bares.
Por mucho que escupa y rasque con pena
la neurosis que me pica,
siguen saliendo del sótano los mañaneos,
los vómitos color caoba
con denominación de origen Rivera
y las sonrisas juguetonas
que levantan cejas de demonio.
La llave la tengo yo,
tan sucia que no abre la puerta
del “cuídate máquina, que es puto importante”.
Que el té también da
una suerte de gustirrinín
y el sofá siempre espera
con los cojines tan abiertos
como los ojos de los sábados noche.
Hoy me encierro en mi área.
Pongo el C1 debajo de la portería:
De Malasaña a Pacífico no puede ganar el jesuita.
Este martes se lo come el gremli:
Que le chorree sangre divina por las comisuras.
Que parta su alzacuellos de moral
Y beba silencio como el demonio
chupitos de fireball.
Con mohines de asco
y saliva de pecado.
Voy a hacer esto con el amor que me corresponde.
Sin más vuelo de reproches entre ambos.
con palabras bien encajaditas en los tiempos
y los tiempos acompasando
con mimo mis palabras.
Sin hacerme ese trash talking
que tan cachondo me pone
Y levantando mis propas escalas de valores
en los muros de la moral ajena.
Ya he aprendido el significado de hacerme la cama.
De ir buscando cimientos de porqués
a los errores que pretendo cometer.
Y si vienen los freud, hegel
y sus acólitos lectores
para hablarme de triángulos,
deseos y posiciones de poder;
a darle argumentos de peso
a mi juez jesuita de arriba
para enchironarme de domingo a juernes,
Mi gremli de abajo ya tiene la coartada perfecta
y la respuesta adecuada:
A esas teorías le falta mucha calle
y le sobra mucho ego.
Ya tengo la cama hecha.