Miernes
Aún no me he roto un hueso.
No sabría decir cómo se siente la soldadura posterior.
Cómo se sostienen carnes y vísceras
sobre cables de calcio empalmados.
Un parche de genes en los cimientos de la cáscara.
Todavía tengo intactas las costillas de porcelana,
Sigo viendo estables
a cúbito y radio
y tibia y peroné.
Aunque no conozca el sabor de la escayola
sé de romper y arreglar,
de que me pinten la cara, brazos y piernas,
de ser árbol y sentir caer su altura.
De tirar tiestos por la ventana
y bajar en babuchas
a por los pedacitos del suelo.
Y también sé desgastarme
mientras pongo dinamita
en los puentes que cruzo.
Aún tengo intacto el esternón de micarta,
las falanges de tinta y los dientes
que saben lo que es masticar arena.
Caer de boca para aprender fundamentos.
Montar en bicicleta.
Reconocer la vida como el arte
de levantar humanos con escombros.
No sé de huesos rotos ni operaciones quirúrgicas.
Me puedo imaginar la gran putada que es.
El dolor insoportable y las penurias posteriores.
Pero no sé si al quebrar emiten sonido.
Algo onomatopéyico o un simple grito de terror.
Si se iluminan como un palo fluorescente roto
en una discoteca de menores.
Todavía no me he roto un hueso.
No me he rascado el brazo
con el tenedor de la infancia.
Aunque sepa de buena tinta
que la vida y los huesos
siempre se reconstruye
parche a parche día a día.
Y que te regalen experiencias
con cosas:
cúbito y radio pueden romper
y los miércoles también
se visten de viernes.